lunes, 10 de marzo de 2014

Un balcón con vistas

Este fin de semana, segundo del mes de marzo, nos hemos alquilado un apartamento que poseía un balcón con vistas. Panorama sobre la Sierra de Lokiz. Un lugar misterioso sobre el que se acumulan tantas leyendas como sendas y vericuetos.
Hace tiempo que les debíamos a Peio y Olga, nuestros amigos de Lizarra, una visita.  Los caminos se entrecruzan pero a veces ni siquiera te puedes parar a saludar, así que, a la vista del tan fanático como fantástico fin de semana que se nos avecinaba, pusimos pies en polvorosa, para acercarnos a Akerzulo. Un sector muy muy de moda en la Escuela de Altikogaina, Estella o Lizarra... como prefiráis denominarla.
Así que, el viernes sin más demora, nos dejamos caer como una sombra nocturna en el aparcamiento, despertando el sábado rodeados de autocaravanas, furgonetas y coches. Vamos que parece que las regalen.
Como niños con zapatos nuevos nos sentimos, una vez más, a la vista de esta plantación que conociéramos hace más de 15 años y por la que parece que no pasa el tiempo. Aunque os aseguro que  pasar, sí que pasa.
A pie de pared nos reencontramos con unos y con  otros. Y entre charla y charla, pegue y pegue se nos fueron las horas y sobre todo las fuerzas, tanto el sábado como el domingo. Que si estoy flojísimo, que si el que tuvo retuvo, que si hace mucho que no escalo, que si estamos a principios de temporada... En fin, ya sabéis toda una larga serie de largas retahílas, que no por ser más repetidas son menos oídas.
Eeee, señor!!!. Sí, sí, usted, el espontáneo. Apártese que me fastidia la foto.
La verdad es que el muro de Akerzulo impresiona. En una zona como esta, donde el sexto grado es una realidad superlativa, estos techos son una auténtica locura. El muro te descabeza en el momento en el que te sitúas bajo sus vías. Sus primeras cinco o seis líneas discurren por un desplome moderado, para el que te aseguro deberás acumular litros y litros de ácido láctico en tus brazos. Diversión asegurada con la televisiva Belén Esteban and cía. Rutas ni muy largas ni muy cortas. Pero que se dejan degustar.
En el centro ya los rutones largos, duros y salvajes, donde la hidratación o mejor la deshidratación supone un plus a la dificultad técnica. Acuérdate de esto que te digo, porque puedes llegar a añorar el camelback. La dificultad en esta zona oscila entre el 7b y el 8b, con alguna incógnita aún por resolver o por confirmar.
Después nos reencontraremos con la tónica de esta escuela: vías de placa de hasta 37 metros, con 17 cintas de obligada colocación, con un mar de agujeros, en los que se disfruta a rabiar. Sin contemplaciones, degustando de nuevo el sabor del a vista. Esta media docena de rutas oscila entre el 6a y el 6b. Muy muy buenas.
Para acabar, como la ocasión lo merece, un poco de columpio.
Unas pocas risas con las estrellas de la roca y la espalda cargada de vitamina D, que buena falta nos hacía.

 

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