lunes, 14 de noviembre de 2011
Los veteranos
Hacía mucho, mucho tiempo que no me dejaba caer por el valle. La última vez fue el 20 de diciembre de 2008. Lo recuerdo a la perfección con JM, Kepa y Txitxes. Lo recuerdo tan bien porque todas y cada una de mis visitas a sus entrañas calizas me han dejado huella. No es para menos. Atxarte es parte de la historia de la escalada. Generación a generación se han ido transmitiendo sus secretos, sus vías se han dejado sentir en cordadas formadas por amigos, por amigas, por parejas, por padres e hijos, por madres e hijas. La evolución de la escalada ha ido de la mano de su propio crecimiento, que nunca decae, ampliando horizontes y fronteras casi casi inacabables. En el valle tiene cabida todo aquel que ame la verticalidad, que sienta un poco propias las vías y es que estar en Atxarte es sentirse en casa. A lo largo de la vida se puede cambiar de sentido, tomar otra dirección, desviarse en tal o en cual cruce, pero Atxarte siempre estará ahí esperando a ofrecerse, con su simple y bella perfección. Así pues, este sábado regresamos a la casa del padre. Llegábamos alentados por el conocimiento de la recuperación de "La Bahía de Shangai", también conocida como la "Isla Tortuga". Nosotros nos inclinamos más por el primer nombre, pues precisamente así está bautizada una de sus rutas primigenias. La cuestión es que Pablo Quintana y Guillermo Bañales, Willy, han dedicado mucho de su tiempo libre a recuperar sus rutas y a equipar nuevas líneas. Con una vista espectacular sobre todo el valle, a excepción de espolones y la puerta se pueden ver el resto de sectores. Volvimos a moder el polvo en esas placas donde la adherencia se convierte casi en arte y en las que hay que ser multidisplinar, en placa vertical, tumbada e incluso en techo. Aquí no se regala nada, hay que templar nervios y escalar sobre estas finas y largas líneas de hasta 35metros. Encadeno poco, a pesar de que me gustan todas. La espalda sigue dándome problemas y necesito un periodo de adaptación al medio. Además el del valle es "Grado Atxarte", no necesita presentación. Quien sí disfrutó del lugar fue K, para quien habilitamos un buen txoko a fuerza de trabajo de tijera y que se acercó caminando solo hasta la pared. Es lo que diferencia a "La bahía" del resto de Atxarte, para este sector no hay que caminar más alla de los diez minutos y llaneando. El domingo cambiamos de tercio. Se anuncian vientos de 35 kilómetros por hora y amanece encapotado. Así que nos decantamos por un valor seguro: Araotz. Poco que caminar y huida de fortuna asegurada. Allí nos damos cita los viejos del lugar, aunque me gustó la apreciación de Winston que nos llamó "veteranos". Vaya, se desmiente aquel dicho de que los jóvenes son faltones e irreverentes. En este caso, dos puntos para la juventud de Arrasate. Pero como digo casi no faltaba nadie y se vivieron momentos excepcionales. Carlos espanta miedos y vuelve a escalar. Gurru-Conan, encadena antes de su viaje a Patagonia. Yo cuando sea mayor quiero ser como él. Kongi, que las tiene todas hechas, sube a Goikua a comprobar el trabajo realizado el pasado invierno. Cuidate ese pie roto. Bittor y Andoni Esparta, a pesar de su juventud insultante, se miden con el clásico Pinza trankil. Miriam sigue en progresión ascendente, en breve le mando a poner mis cintas. De Mikel Linacisoro, qué decir, que además de cuidar y hacer migas con K se hace con el encadenamiento de la jornada, 7b a vista, con tan sólo 11 años y cuatro meses. Como siempre un gusto compartir tarde con ellos. Hubo otros reencadenes y otros reencuentros pero esos ya los dejamos para la siguiente narración. En la foto falta Miriam que tuvo que marchar antes, pues tenía exámenes. Animo en esa escalada también. Eneko Aretxabaleta y compañía cierran la puerta y apagan la luz. Por cierto, que esa tarde hubo quien celebró la jornada con estas setas... On egin.
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