Pero comencemos por el principio, que suele ser lo más acertado. El sábado regresamos por nuestros fueros: Araotz. Decidimos contemplar el valle desde Urrexola.
Así que, tras dejar el coche en el aparcamiento de Jaturabe, emprendemos la marcha. El cartel indicador que tomamos como referencia se encuentra a poco más de 50 metros del parking. Nos localiza Arrasate a 11.3 km. Pero nuestra "mañanera" no superará los 3-4 kilómetros.
No sabemos muy bien qué nos encontraremos en el camino, pero nos sorprende por su agradable sombra y su gran comodidad.Seguimos el canal hasta llegar a las antiguas edificaciones de la presa.
Metro a metro, vamos superando las pequeñas vaguadas y los sectores en los que habrá que trabajar, en un futuro próximo, como Grand Canyon.
Sin prisa pero sin pausa, disfrutando del fresco, llegamos a los caseríos de Urrexola, que nos ofrecen unas vistas maravillosas de sus peñas, esas en las que grabamos, a fuego, nuestros sueños verticales.
Tras conocer la ermita, emprendemos el regreso. La excursión se nos ha hecho corta. Así que decidimos visitar otro de los enclaves más significativos de nuestras tierras: Aranzazu. Lugar de peregrinaje, donde los mitos y las leyendas se recrean en su naturaleza salvaje y donde la firma del hombre se descubre en una arquitectura asombrosa.
Pero aún hay más. Encaramos una posible caminata hacia Urbia, pero hay quien dice sentirse cansado. Como aún queda día, volvemos a la casa del padre y nos decantamos por Mugarri, donde de nuevo nos esperan sorpresas. Escalar sigue siendo lo que nos motiva, por eso hacer cuatro vías en Mugarri, nos depara una gran satisfacción.
El domingo cambiamos por completo de escenario. Mientras los de la vertical enfilan hacia Atxarte, nosotros preferimos redescubrirnos ante el majestuoso cresterío calizo del Duranguesado, desde la antigua vía del ferrocarril de Atxondo. Desde Apatamonasterio parte una senda completamente balizada, que nos va aleccionando sobre las beldades del valle y sus barriadas. Siempre vigilados por el Anboto, nuestra montaña mágica.
Nos acercamos hasta Marzana, bello paraje, en el que emerge su torre medieval y su iglesia de San Martín.
Seguimos el curso del camino. A veces a la sombra, la mayor parte al sol, que nos castiga un poco, la verdad. Anboto, Alluitz, Aitz Txiki, donde están los de la cuerda... esas son las vistas que nos embriagan, mientras, incansables al desaliento seguimos hacia Santiago, para alcanzar después la barriada de Arrazola. Allí nos recibe el caserío Urrutia, el más antiguo de Bizkaia, del s. XVI y que, como podéis comprobar, se encuentra perfectamente conservado.
A su iquierda la antigua anteiglesia de Arrazola, con su templo de San Miguel y su edificio consistorial, dedicado ahora a otros menesteres. Aún nos queda un rato hasta la ermita de San Roke, que nos acoge con su sombra. Aunque hay quien agradece mucho más el "tentenpié" de Makatzetas, escenario de grandes eventos y que, a nosotros, nos trae gratos recuerdos del 07-07-07. A pocos metros está el Tope, inicio de la vieja vía férrea. Hemos recorrido cerca de cinco kilómetros, que tendremos que desandar para regresar al coche. El tramo final se hace duro para algunos que deciden cambiar el tren de San Fernando por la chepa de la burra de turno.
Un total de 10 kilómetros de caminata que han merecido la pena y que no nos roban fuerzas, si no que nos las renuevan.
Y es que en la ruta vertical o en la horizontal, siempre encontramos un aliciente por el que luchar.
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