jueves, 8 de agosto de 2013

Otras perspectivas

Conozco el valle desde hace más de 20 años. Mucho antes de que fuera declarado Parque Natural.
Conozco los nombres de sus vías, las particularidades de muchas de sus rutas, sin llegarlas incluso a haberlas probado y muchos menos encadenado. Conozco su historia, a sus equipadores (((por supuesto, no a todos))). Conozco anécdotas, historias gestadas al sol y a la sombra de estas paredes.... Me he reído hasta desencajarme, he llorado hasta perder el norte... Pero tenía varias cuestiones pendientes, conocer más en profundidad el valle en su conjunto y sobre todo algunos de sus lugares estrella, es decir, visitar Arrikrutz y Aitzulo... Ambas citas estaban apuntadas en mi calendario, pero nunca era el momento. Las excusas como siempre mil. Es tarde, es pronto, hoy hay condiciones para mi proyecto, hoy estoy cansada, hoy tengo prisa... Así que por H o por B, nunca les prestaba un poco de mi tiempo.
Sin embargo, ahora que parece que de eso me sobra, (((es un decir))), les he dedicado un par de mañanas y la verdad es que ha merecido la pena. Tanto la cueva de Arrikrutz como la de Aitzulo han colmado,  con creces, todas mis expectativas. Ahora conozco la verticalidad de las paredes de Araotz, conozco los entresijos de su interior y me he dejado deslizar por las peñas de Urrexola, hasta alcanzar su ojo mágico.
Para visitar Arrikrutz  no hay pérdida. Dejamos el coche en el aparcamiento principal, seguimos la pista que nace a la derecha de la carretera hasta llegar al Centro de Interpretación. Allí compraremos las entradas, veremos un audiovisual y nos adentraremos en este lugar lleno de misterio. Uno de los tres únicos en Europa donde se ha localizado un esqueleto completo de León Cavernario. Una horita de paseo que se nos hace corta.
Para descubrir Aitzulo tampoco tenemos pérdida. Podremos dejar el coche en el aparcamiento grande de la presa Jaturabe. Desde allí ir caminando y dejando atrás los sectores, diremos adiós a la entrada a San Elías, a Goikua... hasta llegar a una carretera que nos llevará a unos caseríos desde donde siempre bien marcado, con líneas blancas y amarillas nos adentramos en las lomas de la Peña Urrexola.
Atrás dejaremos las bellas vistas de los barrios Araotz, con el Andarto al fondo y Madina, vigilado por Kortakogain.
El camino no tiene pérdida. Además en el momento en que creamos perderlo nos volveremos a encontrar con las marcas señalizadoras. Eso se puede convertir hasta en un juego, si vas con niños.
El camino es siempre ascendente, pero nunca agotador. Con sus tramos de sombra, pero sobre todo de sol, conviene por tanto llevar una visera. Alcanzaremos una borda donde, a la sombra de sus árboles, podremos descansar y coger algo de fuerzas antes de encarar los últimos siete minutillos de caminata, en un entorno karstiko que ya nos ofrece pinceladas de que el escenario está cambiando.
Y por fín llegamos a la entrada de Aitzulo, de cuya existencia no nos hemos percatado hasta su misma entrada, pues es un agujero perfecto en las mismas entrañas de las paredes de la montaña. 
La temperatura baja, el viento nos refresca, sus paredes nos protegen del sol. Es un encuentro mágico con el interior de la tierra de nuestros antepasados.
Descansamos y nos sacamos las fotos de rigor.
Tras visualizar desde las alturas los valles colindantes, emprendemos el camino de regreso. Aún tenemos una cita con la verticalidad de Araotz, que lo nuestro, ya sabéis, es el "monotema total". 
Ahora bien, si os apetece seguir caminando podéis alcanzar la cima más alta de la Peña de Urrexola, es decir, hollar Orkatzategi (874 m) y descubrir su zona megalítica, de 4 túmulos, pero eso, nosotros, lo dejamos para una próxima ocasión.

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